UN INVITADO MÁS

¿Por qué nos cuesta tanto acercarnos a Dios? ¿Por qué ese retrasar tanto lo que sabes que tarde o temprano llegará? ¿Por qué hacerle esperar? ¿Aún quieres que siga detrás tuya, paciente y tenaz, con un corazón lleno de amor por ti?

Nuestra vida, nuestro mundo, mirado desde el Cielo, no deja de ser un pequeño escenario, un campo de batalla, un mundo que está en nuestra mano verlo decorado con lo terrenal y pasajero o cambiar de perspectiva y mirarlo con los ojos del mismo Dios, nuestro Creador, aquel que continuamente nos está ofreciendo vivir en su corazón, en sus pensamientos para invadirte con su pureza y vivir en plena intimidad con Él. ¿Quién si no Dios, puede hacerte tan exclusiva oferta y cómo estamos nosotros de cegados para no aceptarla?

Hace tiempo que tenía en mente parar un poco el ritmo que llevaba en estos días y buscar un momento de oración con Dios. Pasaban los días y siempre ocurría algo que me impedía encontrarme con Él e incluso a veces, era yo misma la que me excusaba buscando nuevos quehaceres. La pereza, el cansancio y quizás el miedo a estar cara a cara frente a Él, son obstáculos que tenemos que saber esquivar.

Tanto tiempo llevaba con esta idea en la cabeza, que tuvo que pasar Cristo mismo y meterse en mi vida.

Esta vez, a diferencia de otras tantas, ocurrió en una boda (que mejor lugar!). La providencia quiso que esta gran celebración fuese una oportunidad para saber más de Dios y poder ver con que sutilidad es capaz de llevarte a su terreno a través de sus hijos, instrumentos todos de Él.

Cristo se me presentó como un invitado mas que comió, bebió y disfrutó de la fiesta, presente en personas con dones maravillosos y con una gran capacidad para transmitir con sabiduría y mucho amor el mensaje que Cristo quería darme, despertando nuevamente esa sed de Dios. Su mensaje, enamora cada día más y al mismo tiempo abruma con cada palabra o pensamiento infundido en boca de los demás por el Espíritu Santo.

Cuando Cristo interviene, lo hace y con rotundidad, continuamente está ahí, para librarnos del mal y llenarnos de bien, a través de nuestros amigos, de personas con las que intercambias cariñosas expresiones, en lecturas… es su voz la que habla en ellos, es su mensaje, sus palabras, escúchalas como si vinieran del mismo Jesús, porque realmente es Él, que llama incansable a nuestro alma necesitada de su Luz.

No dejes pasar más tiempo, no retrases más ese momento. Recuerda que somos también espíritu y estamos llamados a una vida espiritual con Dios, en la oración, en el silencio, para que puedas contemplar junto con Él las maravillas que te tiene preparadas.

¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? I Corintios 3:16

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