EN EL CAMINO

Hace unos días me asombraba al mirar al cielo y ver como un enorme grupo de aves volaban firmes en una dirección, ninguna de ellas se salía de la formación, mantenían una coordinación impecable, sin ningún tipo de duda podían verse como si fueran un solo cuerpo, todas siguiendo el mismo camino, con un mismo destino.
Que maravilla observar la naturaleza y darte cuenta de la belleza de todo lo creado, tan perfecto y tan inteligente, dispuesto de tal manera que su existencia nos enseña a ver que no hay nada que se escape a la voluntad de Dios, todo está magnificamente ordenado y dirigido para nuestro encuentro con El.

Esto fue lo que descubrí en una de mis escapadas este verano durante el Camino de Santiago, la que fue mi primera peregrinación a pie, se convirtió en una maravillosa experiencia en todos los sentidos, bastaba un corazón capaz de exponerse y dejarse hacer por la divina gracia.

Lo que comenzó siendo una idea de principios de mes, se transformó en una realidad minuciosamente organizada, como una gran propuesta del cielo. Nuestra peregrinación empezaba en Garabandal y tenía como meta Covandonga. Fueron 5 días de camino con etapas que iban desde los 25 a los 30 km diarios, excepto el último día que lo vivimos como “nuestro Gran Domingo”, un día en el que sólo podíamos dar gracias por todas las bendiciones recibidas.

El grupo lo formamos 10 amigos, casi todos de distintas ciudades, algunos conocidos, otros nuevos que nos presentaron la noche antes de salir, pero con algo común muy importante en nuestro interior, un amor a Dios que nos unía como lazos invisibles.

Tal era este amor que cada uno llevaba en su corazón, que su presencia se hizo tangible desde el primer momento. Un espíritu de caridad con el prójimo, de servicio, de alegría, de esperanza, de humildad, de generosidad y fortaleza impregnaba cada uno de los rostros de mis compañeros, en cada sonrisa, en cada ánimo, en cada caída y en el dolor  a causa de tanto caminar, estaba presente Cristo, ¿ y qué no harías por El y para El cuando lo tienes delante?

Fueron días de mucho esfuerzo los que nos dieron la gracia de experimentar lo que supone salir de una vida de comodidades, exponiéndonos a verdaderas pruebas de resistencia y perseverancia, en donde nuestras piernas flaqueaban por la falta de entrenamiento y nuestros pies se transformaban en pequeños muelles que funcionaban al ritmo de cada paso por inercia. Supuso una continua renuncia a todas las cosas que creemos necesarias en nuestro día a día y que sólo acumulaban peso en nuestras mochilas. Cada kilometro que avanzábamos era una oportunidad para poder ofrecer ese sacrificio por todo aquello que llevábamos en nuestro interior, y de alguna manera cuanto mayor era el esfuerzo mas cerca sentías a Jesucristo caminando contigo.

Su divina providencia se mostraba en lo pequeño y en lo grande, dándonos lo que necesitábamos a cada instante; una fuente de agua fresca en momentos de sed, arboles frondosos con sombra para descansar del sol, y otras tan agradecidas, con buenos pastores que guiaban nuestro caminar.

Nuestra vida ordinaria no deja de ser un reflejo de ese peregrinar, abriendo camino donde no lo hay y siguiendo al único que nos conduce a la verdad y a la vida, Cristo. Un camino que no deja de estar lleno de dificultades y tentaciones contra las que luchar, pero en el que también están muchos hermanos, hermanos en la fe comprometidos por su amor a Cristo, hermanos valientes que dirigen sus pasos sin vacilar, guiados por el Espíritu, con disposición y humildad, como aquellas aves que volaban siendo un solo cuerpo, con el corazón puesto en un fin, seguir y servir a Dios, y por Él y con Él a los demás.

“Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.” (Col 3,12)

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