EN SUS MANOS

Muchas veces se nos presentan tareas que por haberlas hecho en repetidas ocasiones creemos que las tenemos controladas pero cuando llega el momento de ponerlas en práctica aparecen imprevistos que hacen cuestionarte hasta qué punto lo estabas.
Mi experiencia, tras muchos tropiezos, es que nunca se está lo suficientemente preparado y creérselo sería caer en esa vanidad que muchas veces nos envuelve por puro amor propio. Cada día que comienza es una nueva tarea que tenemos por descubrir; así como cada ola que rompe en la playa, por muy idéntica que nos parezca a la anterior llega de manera diferente, así nuestra vida y la misión que tenemos será repetida y rutinaria o nueva si la vemos con los ojos de Dios.

El pasado fin de semana tuve uno de los encuentros más especiales y esperados de principio de año. Me esperaba un retiro en Sevilla que llevaban preparando con muchísimo amor desde hacia meses. Mi función era muy simple: obedecer y cumplir con todo lo que me dijeran, lo único que se esperaba era mi disposición y ganas de servir realizando las tareas que ya conocía con anterioridad…. aun así, de todos los retiros en los que estuve, fue el que más meteduras de pata cometí.

Mi despiste y las distracciones continuas supusieron que otras amigas tuvieran que responder por mi y todas esas pequeñas faltas no hicieron más que aumentar mis miedos a sentirme incapaz de poder llevar a cabo un servicio mejor.

Pero… ¡cómo cambian las cosas cuando ponemos a Dios al mando de todo! Con Él a la cabeza no hay fallo humano del que no saque fruto. Fue ya pasado un día, cuando me paré a pensar que todo lo que en ese retiro estaba ocurriendo, era exclusivamente obra del Señor, escuché sus palabras, vi su mirada, recibí su cariño, siempre apareciendo cuando más lo necesitaba, pero mis preocupaciones no me dejaban verlo.

Verdaderamente podía respirar y sentir como la gracia de Dios se derramaba por cada alma que allí estaba. Era increíble como todos esos fallos que consideraba importantísimos, en las manos del Señor se transformaban en bendiciones y poco a poco fui aprendiendo la gran lección que me tenía preparada: todo es por Su Gracia.

Siempre es así, Él hace nuevas todas las cosas, es el único capaz de hacerte ver lo importante que eres incluso equivocándote. Descubrí que está con nosotros en TODO lo que hacemos pero más aun cuando somos conscientes de su presencia y lo ponemos en el centro.

Mi falta de fe y de humildad me incapacitaron para ver que sólo Él puede tocar los corazones, el milagro es obra suya, nosotros sólo somos simples instrumentos, siervos inútiles que nos ponemos a disposición del mejor Rey, capaz de llenarnos de amor con un suspiro y hacernos sentir lo valioso que somos a sus ojos, tanto, que cada día que pasa sigue luchando incansable porque sigamos fielmente sus pasos.

“Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Desplázate de aquí allá», y se desplazará, y nada os será imposible.” Mt 17,20.

las-manos-de-dios-1-0-s-307x512